Antonio Mendoza subido a la cúpula del Salvador
Hoy, en el templo del Divino Salvador, en la fiesta religiosa y ciudadana que supone su reapertura después de cinco años, y ya con todas sus imágenes devocionales de vuelta de los exilios, volverá a tomar protagonismo el único campanario manual que se conserva en Sevilla.
Desde el Patio de los Naranjos, tras subir la escalera que comunica su vivienda con el campanario, Antonio Mendoza Vázquez, campanero subrayado y capiller de la Hermandad del Amor, compondrá la música del cielo en el repique general de recibir alborozados un tiempo nuevo para el segundo templo de Sevilla.
Hace meses que Antonio Mendoza pone a punto las siete campanas -San Andrés, San Cristóbal, San Salvador, Salvador, San Juan, el Porrón y San Fernando- aunque no ha dejado de acariciar y dar vida a las cuerdas, manteniendo el silencio para que no olvidaran las manos que las mueven y las hacen sonar y alentándolas para el día grande del Salvador, porque así lo ve y lo siente este campanero de corazón y de tradición familiar.
Aunque nunca, en este lustro, han estado abandonadas a su suerte, el viernes, después de los retoques dados en los últimos quince días, con labores de limpieza, pintura, engrase y nuevas sujecciones para los badajos, Antonio y sus hijos, Antonio, Jesús y David, herederos de sus trabajos y sus aficiones, colocaron a mano y fuerza las campanas, con sus yugos de encina originales del siglo XVII.
Dejaron preparados los bronces, de los 7.800 kilos de El Porrón, la más grande y pesada, a los casi 900 de las otras, que datan de entre 1600 y 1700, y la llamada Salvador, que ocupa un lugar importante porque fue fundida por su abuelo, José Mendoza Martínez, en 1903.
Son estas campanas, catedralicias y esquilones -Salvador y San Fernando-, las que volverán a echarse al vuelo desde hoy, a tocar a misa por tres veces desde media hora antes, a dar sus toques fúnebres, para Papas y párrocos del templo; alegres para las novenas, quinarios y fiestas de Pasión, el Amor o el Rocío de Sevilla, y a dejarse guiar por Antonio para sonar a más velocidad más agudas y dejar gravedad en su ralentización.
Y son también parte de la familia Mendoza, desde el abuelo José al padre del actual campanero, llamado Antonio Mendoza González, conocido en Sevilla como el «hombre mosca», porque, según cuenta su hijo, se subía a los pararrayos por el mismo cable. También es esta familia la que guarda una afición antigua, por supuesto relacionada con las campanas, las «echadas», cuando al iniciar el volteo antes de salir del arco el bronce se hace el contrapunto con el cuerpo sobre él.
FLÓREZ, Aurora
ABC (02-03-2008)
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