En la imagen, traslado de Gabriela, la primera de las diez campanas de la catedral de Pamplona que dejó la torre para viajar a los talleres de restauración. Una grúa de 40 toneladas aparcó ayer al amanecer en el atrio de la seo. La operación se inició a las ocho de la mañana y cuatro horas después había bajado ya dos. Concluirá hoy a la una de la tarde, con la retirada de la última campana. Foto GARZARÓN
Elena Leache Echalecu se llevó ayer en el bolso un recuerdo de su infancia. Esta pamplonesa, nacida en el número 21 de la calle Curia, se fotografió junto a la Gabriela, la primera de las diez campanas de la catedral de Pamplona que dejó la torre para viajar a los talleres de restauración, y que tantas veces escuchó esta niña del Casco Viejo, hoy vecina de la calle Mayor.
Una grúa de 40 toneladas aparcó ayer al amanecer en el atrio de la seo. La operación se inició a las ocho de la mañana y cuatro horas después había bajado ya dos. Concluirá hoy a la una de la tarde, con la retirada de la última campana. Durante el fin de semana los bronces se expondrán al público en el atrio de la catedral, entre las 10 y las 20 horas. Habrá entonces tiempo para observarlos, estudiarlos, retratarlos, retener, en fin, un pedazo de la historia de la ciudad.
Desde hoy la campana María se quedará sola en la torre norte de la catedral y la sur estará totalmente vacía. La mayor campana en funcionamiento de España, con más de 10.000 kilos de peso, se arreglará in situ. No hay espacio físico para sacarla porque la torre se construyo cuando ya estaba colocada.
El lunes los bronces se trasladarán en camiones hasta los talleres de restauración. Nueve se llevarán a Valencia y la Gabriela, hasta Alemania, a una casa especializada en soldadura de este tipo de piezas. Esta es la segunda de mayor envergadura y la primera sorpresa llego ayer al levantarla con el brazo de la grúa. Los expertos le asignaban cerca de 3.000 kilos pero al final resultó que, incluido el yugo de madera, superó los 4.000. En cualquier caso, el descenso se produjo sin incidencias.
La Gabriela está rajada desde tiempo inmemorial y, por tanto, nadie vivo la ha escuchado. La rotura en la parte baja del bronce era evidente ayer; también las distintas inscripciones en letra gótica, algunas más imprecisas, consecuencia del paso de los años; destacaban también en una mitad los abundantes excrementos de aves.
FERNÁNDEZ LARREA, Pilar
Diario de Navarra (22-10-2009)
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